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La reconversión del entrenador argentino

La Clínica Internacional de Entrenadores de 2018 marcó una mirada muy puntual del camino que ha elegido el colectivo de los entrenadores para el futuro del básquet: profundizar la mirada sobre las condiciones técnicas de los jugadores jóvenes.

Como buena noticia también se creó la nueva comisión de CODITEP después de ser arrasada en su discusión con la Asociación de Clubes. Se pusieron al frente casi todos los más grandes entrenadores que representan al básquetbol argentino: Rubén Magnano, Sergio Hernández, Julio Lamas, Gonzalo García, Nicolás Casalánguida, Silvio Santander y Daniel Zeta Rodríguez quien es además nuevo presidente de ATEBARA. Pero todo esto amerita una nota aparte.

Los nuevos aires con que los entrenadores quieren reinsertarse en la toma de decisiones del básquetbol tiene una profunda mirada de mea culpa. Hay situaciones que no se vienen haciendo bien desde hace tiempo y los resultados son una consecuencia. Si algo distingue al colectivo de los entrenadores es su capacidad de lectura de situaciones y análisis de la realidad.

El diagnóstico es: no es un problema de talla lo que sufre el surgimiento de nuevos buenos jugadores sino de peso (referido a masa muscular) y especialmente de técnica. Sobre el segundo punto se vienen haciendo varios trabajos de manera individual por algunos clubes de la Liga Nacional, siendo la organización de Bahía Basket quien más genera una toma de conciencia.

Como problema estructural es grave. Fue Rubén Magnano, quien en pleno festejo de la medalla dorada en 2004 dijo: “Esto es fruto del esfuerzo de todos los entrenadores de divisiones formativas de todo el país”. Hoy es justamente el estamento más descuidado.

Entre dirigentes y padres que sólo juegan para ganar y la idea del entrenador que su éxito y futuro laboral depende de ello, se perdió de vista el desarrollo del chico.

En el medio de la voracidad de victorias se agregó un cambio cultural muy visible y complejo: el niño y el joven jugador tiene innumerables ofertas de entretenimiento. “¿Para qué voy a estar 45 minutos entrenando mi posición de pies y el ángulo de entrada al atrape del pick and roll, si me aburro?”, rezongan con razón los pibes. “Hay que hacerlos jugar” es la respuesta inmediata.

Y agregamos un tema clave: en las formativas de todo el país hay un profe (mal pago) para 20 pibes y una hora y media para todos ellos. Chicos que viven en departamentos y tres veces por semana agarran una pelota una hora y media no podrán aprender mucho, más si se le quiere explicar la posición correcta del cuerpo para poner un pick. Para estar sin la pelota y aburrirse entrenando, un joven sale corriendo a jugar a la Play Station.

Como se ve los problemas se bifurcan, se expanden, crecen y estamos ante nuevos desafíos. Los entrenadores lo saben y quieren actuar en consecuencia.

A lo largo de 20 años de Clínicas Internacionales hay un patrón común entre las disertaciones de los técnicos europeos (sobre todo balcánicos) y los nuestros: la suma importancia que le dan al gesto técnico de los chicos. Obsesivamente detienen su construcción de aspectos tácticos para puntualizar los técnicos.

Guiar a los chicos con talento y altura a no ir más para el canasto y obligarlos a lanzar desde lejos, a los bases a crear espacios y mejorarles los fundamentos del pase y el tiro. Todo eso se habla hoy entre los entrenadores que quieren cambiar la realidad que se desnuda fecha tras fecha, tanto en nuestra liga como en todos los torneos que se juegan en nuestro país.

El entrenador argentino, empezando por los de elite, ha comenzado una prédica que debe tener réplica en todos los estamentos. Los dirigentes son quienes tienen que recoger el guante y ayudar a expandir la idea. Olvidarse de las medallas y ponerse del lado del jugador. Se entiende el costado competitivo del básquetbol profesional y la búsqueda de resultados como objetivo primario, el resto de las categorías deberán tener un proyecto diferente.

@pablotosal

COMENTARIOS (1)

Algo aprendió!!! GENIAL LUISFA!! 20/08/2018

PAGINA/12- Suplemento Enganche. Luis Scola "No quiero pensar que lo mejor de mi vida ya pasó" asegura que en el camino está el éxito y explica desde allí su vigencia en el alto nivel a lo largo del tiempo. Este obsesivo vive de buscar el techo de sus posibilidades, cuenta su filosofía de vida y relata su convivencia con la nueva camada en la Selección. Dos metros de conceptos toman mate y enseñan a competir. Pase y lea. Por Javier Lanza y Sebastián Varela del Río Imagen: Sebastián Domenech Se acerca después de la sesión de masajes y de kinesiología que se realiza luego de cada entrenamiento y antes de pedir un mate pregunta la procedencia de la yerba. Recibe una respuesta satisfactoria para sus gustos y acepta el convite. Se sienta. Da el visto bueno para comenzar la charla y a partir de ese momento serán más de cuarenta minutos de una versión muy pura de Luis Scola. Un hombre que detesta lo fácil, que tiene un montón de certezas guardadas en sus doscientos seis centímetros de altura y que sufre pensando en el día en que no pueda seguir picando la pelota naranja dentro de una cancha de básquet. El viejo guerrero que sigue se explica en su incontestable vocación. -¿Qué te motiva a hacer todo lo que hacés para seguir viniendo a jugar con la Selección? -Es mi trabajo. Soy un jugador de basquet. Es mi vocación. No hay más respuesta que esa. -¿Solo trabajo? ¿Pasión no? -Me gusta mi trabajo, pero no deja de ser mi trabajo. Vivo de jugar al basquet, me pagan para que lo haga, que me pagan muy bien, y lo hago de la mejor manera posible. Me gusta. No estoy diciendo que sufro por estar acá. -¿Parte del volverse profesional es decirle a esa parte lúdica del juego que se corra para que pase el animal competitivo? -Pasa naturalmente. No hay lugar para venir a jugar sin más. El secreto está en encontrar la satisfacción y el placer en eso en lo que se termina transformando el básquet profesional. Más que buscar lo anterior, hay que buscar lo que te daba placer antes para que después te guste en lo que se transforma el básquet, una vez que te convertís en profesional. Realmente no hay lugar para lo que pasa en el básquet amateur en este tipo de lugares. Y está bien que no haya lugar, lo cual no significa que uno no se pueda divertir. -¿Cómo te llevás con el paso del tiempo? -Pelear contra el paso del tiempo es una tarea perdida para todo el mundo. No hay forma de ganarla. Hay cosas que disfruto, y otras que me angustian. Me gusta jugar al básquet, entrenar, competir. Sé que en un tiempo no lo voy a poder hacer más y eso me angustia. Disfruto las cosas que me han pasado hasta acá, y haber llegado a donde llegué. Disfruto poder seguir haciéndolo. Disfruto tener la chance de jugar un Mundial, si es que clasificamos, jugar profesionalmente en el exterior. Todavía estoy en paz con eso, pero sé que el día que me retire no va a ser fácil porque hace veintipico de años que hago esto. Jugué mi primer partido en Liga, con Ferro, en 1995 y pasaron veintitrés años de eso. Voy a jugar el año que viene, entonces serán prácticamente veinticinco años jugando y va a llegar el momento, pronto, en el que no lo pueda hacer más. Y será un tema no poder hacer lo que hice durante tanto tiempo. Sé que eso puede llegar a ser traumático. Pero hoy en día me llevo bien. Tengo algunos momentos de angustia, pero son pocos, por lo que me llevo bien. No reniego. Me gusta estar parado donde estoy parado ahora mismo. -Cuando hablás de esa angustia, ¿lo laburás de alguna manera? -No sé si hay mucho para hacer. No sé qué hay para hacer. No sé si puede laburar. Te vas a retirar. El tiempo pasa. No hay vuelta. -¿En qué momento te agarra ese bajón? -Alguna vez me pasó. Son momentos en los que por ahí estás jugando mal y siempre, cada vez que tenés un mal partido, no solo tu mirada interna, sino la de los demás está basada en “y... tiene treinta y pico”. También jugaba mal cuando tenía veinticinco, pero siempre se vuelve a ese punto. Al de la edad. Internamente también lo hacés. Cuando tenés una mala racha de tres o cuatro partidos, a veces pasa la pregunta por la cabeza: "¿Es este el momento? ¿Será que ya no puedo jugar más". Después volvés a jugar bien y no tenés más ese pensamiento. He tenido muchísimas rachas malas, pero la visión interna cuando uno pasa los treinta y pico de años gira alrededor de eso. No caigo mucho en eso todavía. No tengo demasiados pensamientos de ese estilo. Puedo disfrutar jugar, me siento bien, y siento que lo puedo hacer. No tuve dudas de que puedo jugar al básquet a buen nivel. -En una nota con Olé, mostrabas tu frustración hacia la sorpresa que seguía teniendo la gente sobre nivel del entrenamiento de los profesionales, en particular del caso LeBron James... -(Interrumpe) Me frustra eso y me frustra que, cuando alguien viene acá y hace cosas que se están haciendo en el mundo desde hace años, haya gente que se siga sorprendiendo. No te tendría que sorprender, te tendría que molestar que no esté todo el mundo haciéndolo. Sólo hay una manera de entrenar, la mejor. La única. LeBron es mejor jugador, pero su esfuerzo, su entrega, su compromiso con el trabajo son los mismos que tengo yo, a pesar de que jamás voy a llegar a ser LeBron, por más que haga lo que hace él, o el doble de lo que él hace. Jamás vas a poder ser LeBron. Eso está bien. Está bien que vos tengas un techo y que no puedas pasar sobre él. Lo que está mal, es que a la hora de entrenar no se trabaje de la única manera posible: la mejor. Después, eso es dinámico, es decir, hoy se trabaja de una forma que es diferente a la que se trabajaba hace diez años. Hoy sabemos más de lo que se sabía hace diez años, y la tendencia es que dentro de cinco o de diez años quizás haya otra mejor manera de entrenar, porque seguramente se sepa más de lo que se conoce en la actualidad. Es lógico que tengas que adaptarte a los cambios, pero en el momento en que vos, después de discutir y formar tu opinión, llegás a la conclusión de que es la mejor manera de entrenar no hay más vuelta que ponerse a entrenar. Ahí tenemos que apuntar. Después, llegaremos a donde lleguemos y va a estar bien ese resultado. ¿Por qué? Porque eso nos va a llevar a nuestro techo, que al final del día es lo único que importa, porque lo que queremos es estar lo más cerca posible, de nuestro tope. Vos no podés alterar tu techo porque ese techo vino de fábrica. ¿Cuán cerca vas a estar vos de tu techo? Eso es lo que podés alterar. Y nosotros tenemos que apuntar a llegar lo más cerca posible grupalmente e individualmente. Cada uno tiene que hacer esa misma reflexión. -Te meto en una generalización un poco jodida, porque no existe “el argentino”, pero hay idiosincrasias que se mezclan mejor con esa manera de trabajar. ¿El argentino, entonces, se lleva bien con esa disciplina? -Hay culturas y hay personalidades bien marcadas. Los argentinos tenemos una forma de ser. Hay ciertas cosas que hacen que los objetivos sean más fáciles o más difíciles. Todo eso está perfecto. Hay cosas que no se adaptan tanto, pero que son detalles. La esencia de lo que vos hacés no puede esta sujeta a nuestras costumbres. Puede haber mate en el vestuario, que no hay en Estados Unidos. Podemos entrenar a las 11 o 12 porque nos gusta levantarnos más tarde y allá empezarán a las 8. Eso puede pasar, porque son detalles que no cambian la esencia. Una respuesta constante que uno recibe es el “es difícil”. Ya sé que es difícil. Si fuera fácil no me interesaría. Nada fácil vale. Todo lo que vos querés hacer es difícil, porque estás en busca de un objetivo, siguiendo un plan. Para hacer algo fácil no hace falta plan, no hay que buscar método, ni nada: es fácil. Se hace. Queremos todo lo difícil, porque son las cosas que tienen valor. Ya sabemos que es difícil, no me lo digas más. Nadie te niega que será difícil, pero vos tenés que empezar la charla diciendo: “Esto va a ser difícil, ¿listo?”, y lo sacás del medio. No volvamos a hablarlo. Si fuera fácil contámelo para tacharlo de la lista. Probablemente algunas no las vayas a conseguir, pero no pasa nada. El camino es el mismo. Si vos vas por un buen camino, tarde o temprano llegás a un buen lugar. -¿Creés que la Generación Dorada, con lo que consiguió en un deporte tan lógico como el básquet, hizo que la gente pensara que estar en los de arriba era lo normal? -Yo creo que la Generación Dorada en algún punto nos lastimó. Se dieron muchísimas cosas para que existiera la Generación Dorada. Una de ellas fue que tuviéramos muchísimo talento, todo junto, y que todos jugadores que estaban en el primer nivel, y eso no lo va discutir nadie. Yo puedo traer a mi vecino y a mi tío y ponerlos a entrenar como lo hace LeBron y no van a jugar bien al básquet, porque vos necesitás del talento. Eso no se puede cambiar. El resultado, muchísimas veces, no tiene absolutamente nada que ver con que un plan funcione o no funcione. Vos podés hacer las cosas mal y tener muchísimo talento y vas a ganar igual. Si Estados Unidos hace cualquier cosa probablemente termine ganando la medalla de oro igual. Y eso no significa que lo hizo estaba bien. Si se juntan a entrenar el último día van a ganar, no van a salir últimos, pero no significa que lo que hicieron esté bien. La Generación Dorada como equipo era una cosa, pero a nivel entorno, a nivel organización, trabajo y demás, nunca estuvimos en primera línea mundial. Sobre todo a nivel organizativo, a nivel estructura, a nivel desarrollo. Y el hecho de haber ganado nos hizo creer que todo lo que se hacía en ese momento estaba bien hecho. Y no era así. Teníamos muchísimo talento y ese equipo jugaba muy bien al básquet, pero había cosas por mejorar. Cuando el talento disminuyó el golpe fue mucho más grande. Hoy en día no tenemos el nivel de talento que tenía la Generación Dorada, pero tenemos que empezar a trabajar de la manera correcta para llegar lo más cerca posible a nuestro techo. Un techo que seguramente no será el mismo que el de la Generacion Dorada pero será el nuestro, el máximo posible. -Con relación al techo hay una figura que es el enemigo interno, que es ese que te empuja a aflojar. El que te habla en la cabeza mientras corrés y te dice que ya está. Por tu parte, parece que lo tenés bien adiestrado... -Es difícil responderte esa pregunta sin caer en el autoelogio y eso es bastante desagradable. Entonces no sé cómo hacerlo. Si querés que te conteste algo puedo decir que soy una persona disciplinada y que trabajo. Puedo tener otro montón de defectos, pero nadie cuando termine mi carrera podrá decir que yo no trabajé. Con eso estoy en paz. Los otros defectos me los aguanto, pero ese no. -¿Y cómo te llevás si tenés un compañero que no es de esa manera? -Me cuesta. Me cuesta convivir con gente que tiene malos hábitos. Pero también, y aunque me cuesta, intento tener la paciencia porque yo no tuve buenos hábitos siempre. Y entiendo que es un proceso que no es fácil. Asimismo, te digo que la gente con la que estamos trabajando ahora, los más jóvenes, está mucho más avanzada que nosotros en cuanto a hábitos, compromisos, nivel de trabajo, calidad y cantidad de trabajo, calidad física, muchísimo mejor de lo que era yo en particular y la gran mayoría de mi camada. Es más fácil porque ellos están preparados. Eso tiene el lado bueno, pero, por otro lado, es normal que sea así porque el mundo cambió. Si ellos estuvieran en el mismo punto que estábamos nosotros hace veinticinco años, es que no fuimos a ningún lugar. Y de eso se trata, de ir mejorando, de avanzar. Se trata de que él no sea igual de malo como lo era yo a los dieciocho años, de que a sus dieciocho sea mejor que yo a esa edad, porque seguramente así será mucho mejor a sus treinta y ocho que yo a esta edad. Porque el mundo es mejor, y dentro de veinte años va a ser mejor aún. Si vos esperás que todos hagan lo mismo que hicimos nosotros vas a estar por debajo siempre. Por un lado está bueno que estos chicos nuevos estén mucho más preparados para todo lo que estamos haciendo, pero no tiene ningún mérito eso. Tiene que ser la base. Tiene que ser así, porque hoy, en líneas generales, hoy es mejor que antes en casi todo. El básquet no es la excepción. -¿Cómo te llevás con esa disciplina con lo que no tiene que ver con el básquet? ¿Se sostiene? ¿Esa disciplina choca con la vida social? -Si voy a comer un asado me preparo para comer un asado. Entiendo que en la vida social hay momentos para ser de una manera y en otros de otra diferente. Soy normal. No soy un robot. Soy una persona que hace lo mismo que hace todo el mundo. Lo que sí, me siento cómodo con las cosas que tienen alguna similitud con el básquet. Algo para lo que puedas prepararte, hacerlo bien, pero todo lo que tenga esa similitud en la que uno pueda trabajar para mejorar lo disfruto, me gusta. -El recrear eso en otros lugares parece un camino para cuando no juegues más. -Más que un camino, parece un desafío para mí. Poder recrear una actividad en la que yo sienta lo mismo que siento ahora. Sé que es un desafío muy difícil porque es muy difícil que una persona tenga dos vocaciones, dos carreras. Bueno, nosotros, los deportistas, estamos obligados a eso y ahí también está el drama del deportista cuando deja de jugar. Drama entre comillas, porque no hay que dar lástima porque tenemos una vida muy buena y tuvimos la oportunidad de hacer cosas muy buenas. Pero a falta de una mejor palabra, la uso. No sé si es posible, hay gente que lo ha logrado, pero a casi todos los jugadores a los cuales les pregunté me han dicho que el retiro fue un problema. En algunos casos fue un problemón, en otros apenas un problema, pero ninguno me dijo: “Me retiré y estoy más feliz que antes”. No encontré una persona así. Puede que haya. Pero no lo encontré. -Parece difícil encontrar el segundo amor de tu vida. Parecemos diseñados para tener uno solo. -En general, sí. No podés tener dos vocaciones. Y además hay otra cosa, vos no podés tener un nivel de éxito similar. Yo en mi carrera tuve un nivel de éxito, no discutamos cuánto, pero tuve éxito en lo que hice, y tener ese nivel de éxito en dos rubros totalmente diferentes es muy difícil. No pasa mucho. Guardiola, Jordan, pero estamos hablando de gente que le encontró la vuelta desde otro ángulo a lo que venía haciendo. Si salís del deporte, en este caso el básquet, pensá en una persona que haya tenido un determinado nivel de éxito y que haya tenido un nivel de éxito parecido en otra cosa. Y eso nos lleva a otro debate. ¿Qué es lo que te gusta? ¿El básquet o jugar bien al básquet? ¿O te gusta el éxito? ¿Qué es lo que te gusta? ¿Jugarías al básquet si no te pagaran mucho dinero? ¿O si no fueras un jugador importante? Esa es una reflexión para la que no tengo respuesta. Un entrenador, que había jugado a muy buen nivel, un día me dijo: “A mí lo que me gustaba no era ganar, sino imponer mi voluntad sobre otro. Yo entraba a la cancha y cambiaba el curso del partido. Eso era lo que a mí me gustaba y es lo que extraño”. Está un poco en la línea de lo que veníamos hablando, sobre qué es lo que te gusta. Quizás no es el básquet, sino el éxito. El tema es que es muy difícil conseguir el mismo nivel de éxito en el rubro que se te ocurra. -¿Y para vos qué es el éxito? -Hay muchos niveles de éxito. Para mí el éxito es tener un objetivo, un plan, prepararte para algo y hacerlo. Esforzarte y tener un resultado, cualquiera. Eso es el éxito. El resultado al final es un accidente. Creo mucho en eso. En que si vos trabajás de esa manera, irónicamente terminás teniendo éxito al ojo tradicional. El ojo tradicional dice que el que gana tiene éxito y el que pierde no. Yo creo que el éxito está en el camino. Se trata de ver por dónde fuiste para llegar a determinado lugar. Vos vas por el camino correcto y a veces perdés. Repito, irónicamente, generalmente por el camino correcto te chocás con el éxito. -En una entrevista dijiste que “en algún momento se van a olvidar de la Generación Dorada”... -De todos se van a olvidar. Vamos a hacer un juego. ¿Te gusta el fútbol? Bueno, nombrarme cinco jugadores subcampeones del mundo del Mundial del 30. Seguí haciendo el ejercicio. Nombrame los once iniciales del 78, nombrame los 23 del 86. A Maradona lo van a recordar mucho más que a otros, pero de todos se van a olvidar. El mejor jugador del equipo del 30 no sabés quién era. Argentina fue campeón del mundo de básquet en 1950 y muy poquita gente lo sabe, o puede nombrar dos o tres jugadores. Ahí tenés un ejemplo claro. Tenés setenta años de distancia entre ese título y ahora. Dentro del mismo período de tiempo muy poquita gente sabrá que Argentina ganó la medalla dorada en Atenas 2004. Y muy poca gente sabrá nombrar a tres jugadores de ese equipo. Y está bien que sea así. El mundo sigue, y habrá otros equipos, no hay ningún problema. -A su vez, parece que la maquinaria va cada vez más rápido y que se necesita un ídolo nuevo todo el tiempo. -El mundo va más rápido. Pensá en las redes sociales. Todo va más rápido. No podés renegar de eso. Esas cosas de “estamos re olvidados, hay que hacer un homenaje” no me gustan. Ya está, ya pasó. En ese sentido no tengo ningún problema. No estoy esperando que me reconozcan el resto de mi vida, va a pasar y es lógico que así sea. No me gusta estar todo el tiempo mirando para atrás. Quiero pensar que hay otras cosas por delante en mi vida. Quiero pensar que le vamos a ganar a México, que vamos a clasificar y que vamos a tener otra medalla. Y cuando me retire pensaré lo mismo de lo que sea que esté haciendo. No quiero pensar que lo mejor de mi vida ya pasó y que todos los días de mi vida tengo que volver a eso. Hay que buscar otros recuerdos. A nivel personal y a nivel selección. ¿Cómo hacemos para conseguir la próxima? No podemos seguir hablando de lo mismo. Porque te frena, te saca de foco, te pone a mirar para atrás cuando vos tenés que mirar para adelante. -Es complicado lo que pedís teniendo nombres como el tuyo, el del Chapu, el de Manu… -Puede ser. Pero tiene que pasar. De hecho hubo un corte. Hubo un tiempo en que cada vez que jugábamos era la Generación Dorada y no éramos más la Generación Dorada. La Generación Dorada se terminó en 2004. Después sí, vino Beijing, el bronce, pero era otro equipo. Había dos o tres dando vueltas y siempre volvíamos a lo mismo. Teníamos a los demás pensando “estos son los cracks, yo estoy acá para pasar la pelota, y ellos nos van a hacer ganar”. -Sentir esa obligación dentro de la cancha debe ser muy jodido. Dársela al crack y nada más es atarte... -Claro. No te pone en un rol en el que vos tenés que estar. Hubo un momento en el que nosotros necesitábamos de otros jugadores, porque nosotros envejecimos y necesitábamos que se sientan protagonistas. Y hubo dos o tres generaciones en el medio que salteamos por no tener espacio. No digo que nadie haya hecho algo mal, era algo que iba a pasar. Hubo un corte y hoy todo el mundo sabe que la Generación Dorada se terminó. Y los que están están y saben que son los responsables de hacernos ganar o perder, pero lográs que ellos tomen ese protagonismo y que jueguen al máximo de sus posibilidades. Desvincularse de la Generación Dorada era algo que nosotros, como selección, necesitábamos hacer. Había mirar para adelante y ver como conseguimos la próxima medalla. -¿Cómo te sentís con este equipo? -Muy bien. Lo disfruto mucho. Son chicos que trabajan mucho, con mucho talento, y creo que puedan conseguir cosas importantes. ¿Creo que pueda conseguir el oro? Qué sé yo. Pero si vos me preguntabas en el 99 si nos veía ganar el oro cinco años después te hubiese dicho que estabas loco. Estamos en un buen momento, con jugadores en la Euroliga de vuelta, con jugadores jóvenes que vienen con mucho para dar. -¿Cuál es el sueño que tenés adelante? -No sé si un sueño, pero ahora quiero clasificar al Mundial y en el Mundial me gustaría clasificar al Juego Olímpico. Eso es un buen objetivo para este grupo, muy exigente, pero este grupo es capaz de hacerlo. Porque para el hecho de clasificar a Tokio 2020 es que hiciste un gran Mundial. Ese es un buen objetivo para cumplir. Es un buen plan para que este grupo de jugadores apunte. Es difícil, por eso es un plan perfecto para mí.

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