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Se acabó el amor

El entrenador de la Selección Argentina siempre fue conocido por su intensidad a la hora de dirigir. Se mueve, habla constantemente con sus jugadores, les canta exactamente en qué momento tirar al aro, tomar un rebote o interceptar un pase. Como si tuviera un joystick, se va moviendo al ritmo de las jugadas delante del banco de suplentes, sin dejar de dar indicaciones.

En estas ventanas FIBA de noviembre de 2021 debutó como entrenador de la Selección Mayor. Con la “presión” de un estadio de Obras repleto de hinchas, con la presencia de Carlos Delfino en el campo de juego, con el apoyo de Gonzalo García y Leo Gutiérrez, el Che empezó a desandar el camino al que aspiraría la mayoría de los entrenadores argentinos. Ser Head Coach del Alma, no es poca cosa.

Luego de las presentaciones de rutina, sonaron los himnos, y así se empezó a visualizar lo que poco a poco iba a ir apareciendo dentro de la imagen del entrenador de la Selección Argentina. García dejó caer algunas lágrimas en sus ojos. Estaba sucediendo, estaba convirtiéndose por fin, en el director de la obra más importante de la naranja nacional. Esa figura imponente que requiere semejante embestidura fue soltándose con el correr de los minutos.

Poco a poco fueron apareciendo las caminatas, algún que otro grito, algún que otro chiflido sistemático. Cuando iba con el cambio, solo tenía que girar la cabeza, levantar una mano, y quien entraba estaba listo para hacerlo. Fueron corriendo los minutos, y él nunca se sentó. Estoico, relató como comentarista todo lo que sus jugadores dentro de la cancha iban haciendo.

En los tiempos muertos no se sentaba, no se agachaba, y todos agrupados revisaban las jugadas. No hay tanto circo en ese corto espacio táctico. Luego de la primera victoria, en el centro del campo de juego, dejó llevarse por los saludos, y concluyó así su primer partido como entrenador en jefe de la Argentina.

Para el segundo encuentro, la presión de estar debutando se fue diluyendo. Acompañado también porque ya había visto al rival, y porque estaba encontrando la comunicación necesaria con su equipo. Y entonces, el Che que todo el mundo conoce, entró a jugar: todas las transiciones defensivas fueron marcadas con sumo cuidado por él. Chiflaba, gritaba nombres, le ponía pausa o ritmo a cada situación de juego que se presentara en el aro a defender.

Cuando la pelota caía en manos argentinas, la intensidad se convertía en una especie de relato que establecía el momento justo en que quien la poseía, realizara una próxima acción: “tenela, tenela, dale, dale, ¡ahora!”, y así con cada pelota importante. Cuando las cosas no salían como se esperaban (Argentina tomó muchos más tiros de los que finalmente pudo convertir), daba media vuelta y miraba a su cuerpo técnico, como buscando una explicación divina que no encontraba.

Sobre el final del segundo juego, con un estadio que aplaudió a todos los jugadores, que celebró cada tapa y cada triple convertido, que alentó por Juan Fernández en su debut y no dejó de aplaudir cada gesto técnico de Carlos Delfino.

Ante un Obras imponente y repleto de hinchas, les pidió, en el tiempo técnico del final, que alentaran y cantaran levantando las manos. El público, extasiado de ver a la Selección en vivo después de más de 2 años, en su segunda victoria, con el regreso del Lancha y con jugadores de la cantera local, respondió con creces al pedido del entrenador, que en ese momento se volvió el entrenador de todos.

Al finalizar este segundo juego, lo que parecía un simple saludo, se convirtió en un fuerte abrazo grupal, que se repitió dos veces, influenciados por él, que continuaba diciendo que hacer, aun con el partido finalizado. El 1, 2, 3 Argentina lo gritó todo el estadio, y los aplausos tardaron en cesar un rato más. Todo bajo el mando de Néstor Che García.

Nueve meses después, todo cambió. La escena de un García extasiado por haber llegado al lugar donde siempre quiso estar se terminó. En el partido ante Canadá, con tres semanas de preparación en Bahía Blanca, Mar del Plata y Buenos Aires, el equipo se encontraba más desdibujado que antes. Por momentos, no se encontraban en la cancha, no salían las situaciones que esperaban. Nada.

Y llegó el partido del lunes 29 de agosto. Y el Che García que se pudo ver en noviembre de 2021 ya no estaba, y los jugadores ya no manejaban su intensidad. Los comentarios, movimientos y momentos de protagonismo del Che se desdibujaron y el castillo de naipes se desplomó. Nueve meses después de haber tocado el cielo con las manos, todo terminó.

24 horas más tarde, Néstor Che García dejaba de ser el entrenador en jefe de la selección argentina, y todos los ojos nuevamente se posaron en él.

Los problemas personales que desde la CAB adujeron se convirtieron en minutos en dominio público. Habrá sido la presión o habrá sido otro caso, pero el Che que gritaba las jugadas ya no estuvo, y la química con el plantel tampoco.

Ese cambio de actitud rompió la relación, y no hubo continuidad en este contrato. García se convirtió en el primer entrenador en no terminar su gestión y mañana Argentina arrancará el sueño de una Americup, sin el Che en el banco de suplentes

Sol D´Amato
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COMENTARIOS (2)

fernando 03/09/2022

Su enfermedad, como siempre pasa en estos casos, lo terminó. Esperemos que no esté solo y que lo puedan ayudar.

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JG 04/09/2022

Lo que habria que saber era como era la situacion cuando lo contrataron, porque yo me imaginaba que habia superado ese asunto y era cosa del pasado.

fernando 05/09/2022

Gran incógnita esa. Porque si no estaba en condiciones, entonces fue un gran error de Borro.

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