En la previa había anticipado que todo dependería de las ganas y la voluntad de las jugadoras. Otra cosa no se podía esperar, y el primer partido de los Juegos Panamericanos reflejó a la perfección esta situación.
Argentina inició el trámite ante Cuba sin una pivot natural y queriéndole jugar a correr a las caribeñas, metiéndose en el golpe por golpe. El que haya visto al menos cinco minutos de básquet femenino internacional sabrá entender que el chiste se cuenta solo.
Una vez que las isleñas sacaron una brecha de más de diez unidades, la línea de atención al suicida respondió el llamado nacional, y planteando la situación desde otra perspectiva se buscó remontar un juego que a esa altura ya había ingresado en un camino de no retorno.
En líneas generales la celeste y blanca se mostró desdibujada y sin un norte al cual apuntar. Arrestos individuales, la tómbola de la eficacia de larga distancia, una defensa muy frágil que encima padeció la incesante carga del rebote por parte del adversario.
Cuba se fue al descanso largo arriba por 19 (50-31) y el regreso de zona de vestuarios no cambió las cosas, metiéndose en el cuarto final con una breca de 21 (67-46).
La presión de mitad de cancha y el barullo final sirvieron para decorar un poco el resultado, pese a que el triunfo nunca corrió riesgo para las centroamericanas.
En cuanto a anotaciones Camila Suárez fue la más encumbrada entre las nuestras con 23 unidades, siendo secundada por Valeria Fernández con 12 y Candela Gentinetta con 10. Sobre el final del match Agustina Marín se fue expulsada, regalando a la cámara que la enfocó un bonito saludo de despedida.
En resumen la derrota se dio por 86-74, con parciales de 15-24, 16-26, 15-17 y el definitorio 28-19, dejando a la Selección en una posición muy incómoda, ya que mañana desde las 20 enfrentará a la anfitriona Chile, y el viernes (si aún mantiene chances de clasificación), cruzará con Puerto Rico desde las 17:30.
Foto: Prensa CABB
Emanuel Niel
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